LA DISTANCIA NO IMPORTA

2° Cor.1:8 Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida.
1:9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos;
1:10 el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte;
1:11 cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos.

Leí una vez en una revista, la historia de una mujer; a quien para efectos de esa reflexión llamaré Sofía. Ella vive en uno de esos países en los cuales no puedes decir abiertamente que eres creyente, y como en muchas ocasiones, esa noche fue a reunirse a escondidas como muchos otros que también viven su fe en iglesias secretas; sin embargo, ese día alguien decidió que era un mejor negocio traicionar a estas personas que seguir con ellas. La policía llegó y los arrestó a todos.

 Al cabo de un mes fueron liberados, excepto Sofía, ya que sólo ella decidió no negar su fe. Y al pensar en esta valiente mujer, me pregunto como muchos, ¿qué podemos hacer por ella?

El apóstol Pablo también sufrió mucho a causa de su fe, y quería que otros supieran sobre esa posible realidad que implica seguir a Cristo, es por ello que escribió a la iglesia de Corinto sobre estas dificultades.  En algunas ocasiones fue tan fuerte la persecución, que pensaron que iban a perder sus vidas (2° Co. 1:8).                                                                        Pero, él tenía algo que lo sostenía siempre, las oraciones de sus queridos hermanos (as) en la fe (v.11); a pesar de que los separaba la distancia y las condiciones, Dios siempre estuvo atento a sus oraciones.  De hecho, podemos ser parte del ministerio de una persona a distancia gracias al maravilloso regalo de la oración. Entonces, ¿hay algo que podemos hacer por personas como Sofía, que se encuentran en prisión, y también por otros que sufren debido a su fe?

Por supuesto que sí, ora a Dios para que les lleve consuelo y esperanza, y puedan permanecer firmes. Al orar nos presentamos ante Dios y le exponemos nuestro corazón; no podemos ocultar nuestras verdaderas intenciones.

Dice el Apóstol… “Porque ustedes también están cooperando a nuestro favor con ruegos, a fin de que el don que se nos concedió sea para que muchas personas den gracias a nuestro favor” (2 Corintios 1:11). 

 

Hno. Gunder.