Éxodo 3:1 Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.
3:2 Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
3:3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
3:4 Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
3:5 Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
3:6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
El renombrado arqueólogo inglés Warwick Rodwell estaba listo para jubilarse, pero justo antes de eso, mientras trabajaba en la Catedral medieval Lichfield, hizo un gran descubrimiento junto con sus colegas, una escultura con al menos 1200 años de antigüedad; por supuesto los planes de jubilación de Rodwell pasaron a un segundo plano.
Algo similar le ocurrió a Moisés, quien al inicio de su vida creció en los palacios egipcios como hijo adoptivo de una princesa egipcia, a lo que tuvo que renunciar luego de defender a uno de los suyos de las injusticias de las que era víctima (Ex. 2:11). Por supuesto, tuvo que huir cuando fue delatado, y fue obligado a ocultarse en las lejanas tierras de Madián (vv.13-15).
Cuando tenía 80 años y pensaba que su vida terminaría como un retirado más que cuidaba de los rebaños de su suegro, una zarza ardiente (Ex. 3:2) cambió su monótona existencia. Este suceso cambiaría nuevamente su vida, pero esta vez sería para siempre. Dios lo estaba llamando para que le sirviera siendo el libertador de su oprimido pueblo en Egipto (vv.3-25).
¿Sabes? … Dios también puede estar llamándote en este momento, Él siempre tendrá un plan mejor para tu vida en comparación con el que tú puedas haber pensado, y adicionalmente no importa la edad que tengas, porque no existe el concepto de jubilación en el servicio para Dios.
Dios siempre está llamando a personas para su servicio, siempre tiene planes nuevos para quienes lo siguen, no estamos hablando necesariamente de irte a otro país o renunciar a tu trabajo, también te puede llamar para que seas un maestro para niños, o para que prediques activamente el evangelio, practiques el discipulado con otros, o hagas un estudio bíblico en tu casa. No cierres tu mente a los llamados de Dios, si quieres confirmar ese llamado: ora, lee su Palabra y corrobóralos con otros que han tenido más tiempo en la fe.
Debemos estar siempre atento a la voz de Dios… “Entonces escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Y yo respondí: Heme aquí, envíame a mí.” (Isaías 6:8).
Hno. Gunder.