Génesis 1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
1:2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
1:3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
1:4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.
1:5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.
1:6 Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas.
1:7 E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.
1:8 Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo.
1:9 Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así.
1:10 Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno.
Era un día como cualquier otro de 1903, el mes diciembre, el lugar la bahía de Kitty Hawk en Ohio, la ocasión la prueba del Flyer I con 35 kilos de peso, un motor de 12 caballos y Orville a bordo; fue lanzado con una catapulta y mantenido durante 12 segundos cubriendo 36 metros sobre la playa, todo un éxito para la época.
Unos años después de aquel increíble momento, Orville Wright reflexionó sobre su inspiración para volar, diciendo: “El deseo de volar es una idea que nos transmitieron nuestros antepasados, los cuales […] miraban con envidia a las aves que se elevaban libremente por el espacio, a toda velocidad, por encima de todo obstáculo, a través de la infinita carretera del aire”. Antes de diseñar sus aviones, los hermanos Wright pasaron mucho tiempo estudiando el vuelo de las aves.
En el libro del Génesis, leemos que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra” (1:1), y luego dijo Dios: “Produzcan las aguas innumerables seres vivientes, y haya aves que vuelen sobre la tierra, en la bóveda del cielo” (Gen. 1:20).
Por supuesto que reconocemos el ingenio de los hermanos Wright. No obstante, el Creador, quien fue el que inicialmente hizo criaturas capaces de volar, merece la gloria suprema… ¡por las aves y por todo el resto de la creación que es obra de sus manos! Reconozcamos al Creador por el mundo increíble en el cual vivimos.
Como parte de su creación, sirvamos para el propósito para el cual fuimos creados, ¡para su gloria! … “A cada uno que es llamado según mi nombre y a quien he creado para mi gloria, yo lo formé. Ciertamente yo lo hice” (Isaías 43:7).
Hno. Gunder