
Juan 16:7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya;
porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si
me fuere, os lo enviaré.
16:8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio.
16:9 De pecado, por cuanto no creen en mí;
16:10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
16:11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya
juzgado.
16:12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las
podéis sobrellevar.
En mi infancia crecí en un lugar muy cercano a un ferrocarril.
Durante los primeros años de nuestra vida en ese sitio, solía
despertarme varias veces con el ruido de los trenes que salían o
llegaban, o cuando un maquinista hacía sonar su silbato para
anunciar su acercamiento al andén de pasajeros, o bodega de
descarga. Sin embargo, con los años me había acostumbrado
tanto al ruido que producían los trenes o locomotoras, que
pasaban desapercibidas y podía dormir toda la noche sin
despertarme.
Pero, ¡hay otras interrupciones a las que no quiero acostumbrarme
y que pasen desapercibidas! Me encanta cuando me sorprenden
con mi comida favorita, o cuando me abrazan mientras estoy
trabajando en la computadora (como ahora), y me llena de gozo
cuando recibo un mensaje imprevisto de algún amigo o amiga.
¿Saben amigos y amigas) … A veces, somos tentados a
acostumbrarnos a pasar por alto al Espíritu Santo en vez de
prestar atención a sus “interrupciones divinas”. Quizás, nos
sacude levemente para hacernos reaccionar y que nos demos
cuenta de que debemos pedir perdón por algo que dijimos o
hicimos.
Tal vez nos recuerda insistentemente que oremos por alguien que
está atravesando una crisis, o nos hace sentir culpables de no
haberle hablado nunca de Jesús a una persona que apreciamos.
Cuando el Espíritu Santo entra a morar en nosotros, nos enseña,
nos convence de pecado, nos consuela y nos guía a la verdad
(Juan 14). ¿Ya te acostumbraste a las interrupciones de su voz?
Seamos sensibles a los llamados de atención que recibimos de
Dios y no nos hagamos insensibles a su voz… “Pero yo les digo la
verdad: Les conviene que yo me vaya; porque si no me voy el
Consolador no vendrá a ustedes. Y si yo voy, se lo enviaré” (Juan
16:7).
Hno. Gunder.