Efesios 5:1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
5:2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
5:3 Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos;
5:4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.
5:5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
5:6 Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.
5:7 No seáis, pues, partícipes con ellos.
Hace poco un amigo me contó la historia que pasó debido a la compra de un televisor, el año pasado. Todo comenzó hace un par de meses, cuando el artefacto empezó a dar problemas y decidió llevarlo a la tienda donde lo había comprado.
Primero tuvieron que trasladar el aparato a un taller autorizado, allí pasó un par de meses mientras esperaban un repuesto que nunca llegó; luego de eso, el encargado de la tienda le dijo que tenían que esperar el informe oficial del taller, para iniciar el proceso de reembolso del dinero.
Este proceso les llevó al menos un mes más, y fue entonces cuando se empezó a preguntar si le devolverían el dinero; pero, a pesar de su desazón, siempre intentó ser amable durante todo el proceso.
En una de las llamadas de seguimiento del caso, el gerente le dijo a mi amigo: “Sabe, en este momento del proceso los clientes suelen gritarme, en cambio usted ha sido muy paciente”. Entonces, agregó: “Realmente a mí también me da mucha vergüenza cuando pasan este tipo de cosas, pero así son las políticas de la compañía, voy a esforzarme aún más en su caso, deme por favor una semana más para resolverle”.
Después de una semana llegó la tan esperada llamada, el reembolso estaba listo. La pesadilla por la compra de aquel artefacto había terminado. “Gracias por haber sido tan amable, no sabe cuánto se lo agradezco y nuevamente disculpas”, le dijo cuándo se despedían.
¡Amigos(as)! … Ser amables cuando en realidad no sentimos ningún deseo de serlo, nos puede ayudar mucho en procesos como estos; no obstante, la razón para actuar así no debe ser solamente para que nos devuelvan dinero. La verdadera causa es que como creyentes debemos reflejar la luz de Cristo (Efesios 5:8) ante todos: un vecino enojado, una compañera complicada o el gerente de una tienda. Nuestro vocabulario y comportamiento deben ser testimonios positivos (Efesios 4:2).
¿Estás atravesando algún conflicto? Que la luz de Cristo brille a través de ti. Sé la diferencia que otros no quieren ser… “Porque, si bien en otro tiempo eran tinieblas, ahora son luz en el Señor. ¡Anden como hijos de luz!” (Efesios 5:8).
Hno. Gunder