Mateo 15:1 Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo:
15:2 ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan.
15:3 Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?
15:4 Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
15:5 Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte,
15:6 ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.
Como sucede durante todos los inicios de año, parece que muchas personas están obsesionadas con lo que entra en su boca: carbohidratos, grasas, proteínas y más. Quieren rebajar de peso rápidamente luego de la temporada navideña, aunque tal vez no de manera saludable. Para ellos, la apariencia es importante y por supuesto unos kilos de más, no son tolerables debido a su estilo de vida.
En tiempos de Jesús, muchos judíos legalistas también observaban lo que comían; sin embargo, no estaban contando calorías, en vez de ello estaban añadiendo sus “puntos de justicia”, buscando el favor de Dios. Algunos legalistas estaban tan obsesionados que ponían una tela encima de un vaso antes de verter agua en él, de ese modo, ningún mosquito podía posarse en el agua sin ser visto. Si un insecto entraba en la boca de un judío, al instante quedaba impuro.
Tal y como Jesús lo señaló, lo que ellos comían con o sin intención, no los hacía “impuros” e indignos de entrar en la presencia de Dios. Más bien eran sus malos pensamientos y actos los que realmente los afectaba.
Una y otra vez parecía que los fariseos estaban obsesionados con lo que estaba sucediendo afuera, mientras que Jesús los desafiaba a ver adentro, a ver su estado espiritual (Mateo 15:11).
Nosotros también podemos ser igual de conscientes de lo externo, pero de una manera más vana, obsesionarnos con nuestra apariencia física y no con lo que Dios podría pensar. La solución es la misma que se da en el párrafo anterior: mirar hacia el interior, preocuparnos por nuestra salud espiritual.
Entonces, nuestro enfoque tiene que mantenerse hacia adentro, no debemos repetir el error de los fariseos al concentrarnos en las acciones externas. Al comenzar desde adentro, nuestras acciones externas se alinearán perfectamente.
Entonces, ¿qué tipo de dieta espiritual sigues? Recuerda, en la vida cristiana la clave no sólo está en la dieta sino en el ejercicio. Aliméntate de la Palabra de Dios y luego pon tu fe en acción. Eso se verá grandioso tanto por dentro como por fuera.
Es necesario que crezcas saludable espiritualmente, para que puedas reflejar el carácter y prioridades de Jesús en tu vida.
Recuerda la respuesta de Jesus … “Lo que entra en la boca no contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” (Mateo 15:11).
Hno. Gunder.