QUEJAS CONSTANTES

Números 11:1 Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento.
11:2 Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió.
11:3 Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos.
11:4 Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!
11:5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;
11:6 y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.
11:7 Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. 

Cuando era niño solía visitar a mi abuelo Aurelio en el andino pueblo de Pachica, solíamos caminar juntos y yo me divertía mucho por las cosas que me contaba o hacía. En cierta ocasión se encontró con un granjero que era conocido entre sus amigos como “mala suerte”, por las quejas constantes y su actitud pesimista y negativa. Un día, uno de sus amigos granjeros pasó por su tierra y le hizo un comentario acerca de lo bien que se veían sus plantíos de maíz y le auguró que seguramente tendría una excelente cosecha.

“Mala suerte” como siempre, no tardó en contestarle con su acostumbrado pesimismo: “Bueno, pareciera una cosecha buena, pero sabes, una cosecha tan abundante como esta, causará desgaste en los nutrientes del suelo y tendré que gastar mucho dinero en hacer que recupere su estado original”.

¿Saben amigos (as)? … En nuestra lectura devocional leemos que el pueblo de Israel tenía la misma actitud quejumbrosa, como el de un niño que no obtiene lo que desea cuando lo quiere. Dios los había cuidado durante todo el tiempo de peregrinación en el desierto, pero a pesar de ello se seguían quejando todos los dias.

Un ejemplo de esto fue su enfado con el maná del cielo que Dios les estaba proveyendo para su bienestar físico. Ellos empezaron a recordar el pescado, la cebolla, y los ajos de Egipto, y se quejaron diciendo: “Pero ahora nuestro apetito se reseca, ya que no hay ante nuestros ojos más que el maná” (Números 11:6).  ¡Qué ingratitud!, preferían la esclavitud y el maltrato, pero con comida variada, que la libertad con algo de monotonía temporal.

La mayoría de nosotros también se centra en las cosas negativas, más que en las positivas. Murmuramos constantemente contra Dios, en lugar de alabarle por nuestras innumerables bendiciones que damos por sentadas, como el agua que podemos tomar, el sol que calienta nuestros huesos, el frío que nos hace buscar el abrazo de nuestros seres queridos, o el hambre que nos hace saborear aún más nuestra comida.

Dejemos de distraernos por las decepciones y privaciones, en lugar de eso, aprendamos las lecciones de la vida para llegar a ser mejores personas. Cuando estemos tentados a quejarnos, recordemos todas las bendiciones inmerecidas que disfrutamos. No seas de las personas que pasan su vida en el departamento de quejas.

 El deseo del apóstol es que…   “la paz de Cristo gobierne en su corazón, pues a ella fueron llamados en un solo cuerpo, y sean agradecidos” (Colosenses 3:15).

 

Hno. Gunder.