
Juan 17:1 Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo,
dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también
tu Hijo te glorifique a ti;
17:2 como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida
eterna a todos los que le diste.
17:3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
17:4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me
diste que hiciese.
17:5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella
gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
17:6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me
diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.
17:7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado,
proceden de ti;
17:8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las
recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han
creído que tú me enviaste.
Sin lugar a dudas vivimos en un mundo cada vez más peligroso.
Leyendo una vez un artículo, me encontré la historia de una dama
y sus 2 hijos quienes vivían en uno de los peores barrios de su
ciudad.
Los borrachos vagaban por las esquinas, las pandillas gobernaban
el vecindario, y en todas las calles habían casas donde se vendían
drogas. Los disparos de armas de fuego rompían el silencio día y
noche. Cada tres o cuatro días asesinaban a alguien.
La mamá de estos 2 jóvenes tenía algunas reglas muy sencillas.
Antes de salir de la casa orar como familia, tener un breve
devocional bíblico familiar, poner atención en clases, no meterse
en problemas y: “cuando oigas disparos, no te quedes ahí parado
¡corre!”, “y ¿por qué es importante correr” les preguntaba la
madre. “Porque las balas no tienen ojos”.
El mundo era un lugar peligroso para estos muchachos. Tenían
reglas que los protegían y la seguridad de tener puesta su fe en el
Señor.
¡Amigos, amigas!!! … Quizás para nosotros el peligro no sean
balas, pandillas, ni vendedores de drogas. Pero sin importar donde
estemos o lo que hagamos, necesitamos protección del mal de
este mundo. Es por eso que Jesús oró por nosotros a su Padre en
los cielos: “No ruego que los quites del mundo, sino que los
guardes del maligno” (Juan 17:15).
Es esencial que cada día oremos a Dios por sabiduría y protección
para nosotros y los demás. Tal vez las balas no tengan ojos, pero
Satanás sí. Usemos el ejemplo que Jesús dio en Juan 17 y oremos
los unos por los otros.
No sólo estamos en una situación peligrosa en este mundo, la
Biblia nos dice que estamos en medio de una batalla espiritual;
usemos las herramientas y armas de la fe que Dios nos proveyó
(Efesios 6:10).
La vida es bella, pero es peligrosa, es por eso que Jesús dijo…
“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del
maligno” (Juan 17:15).
Hno. Gunder