
Lucas 15:11 también dijo: Un hombre tenía dos hijos;
15:12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de
los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
15:13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se
fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes
viviendo perdidamente.
15:14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en
aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15:15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra,
el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.
15:16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los
cerdos, pero nadie le daba.
La historia del hijo pródigo muestra la forma en la cual muchas
veces los seres humanos reaccionamos en la vida, esta es la
historia de dos hermanos y un padre amoroso, y al leerla con
detenimiento, puede ser que aprendas mucho más de ti mismo.
Por una parte, quizás el pecado de llevar una vida desenfrenada
mostrada por el hermano menor, no sea lo que caracterice a la
mayoría, pero puede que sí, el pecado de tener una actitud de
superioridad moral y de juicio, como la que tuvo el hermano
mayor.
Por supuesto, resulta muy sencillo evidenciar los resultados de
una vida abiertamente inmoral. No obstante, es un poco más
complicado detectar el veneno que se esconde detrás de una
fachada de moralidad, que sólo busca el reconocimiento de
buenos actos o que realiza comparaciones llenas de prejuicios.
Es por ello que el hermano mayor elige la ira y el juicio en lugar del
perdón (Lucas 15:28), el distanciamiento, en lugar del reencuentro
(v.28). Condena y desconoce, al decirle a su padre “este tu hijo”
(v.30), en lugar de llamarle “mi hermano”. Ciertamente este
hermano, no había entendido en verdad la maravillosa gracia de
Dios.
Y lo maravilloso de esta parábola, es el principio bíblico que
muestra el padre de estos hermanos, quien ama
incondicionalmente a sus hijos; con el primero, quien volvió
arrepentido y sin ningún tipo de expectativas de perdón, su padre
“…tuvo compasión. Corrió y se echó sobre su cuello, y lo besó”
(v.20); y con el hermano mayor, no hubo una reprimenda por su
actitud inmadura, sino que: “Salió, pues, su padre y le rogaba que
entrara” (v.28).
Este padre mostró el gozo por el regreso de su hijo menor a quien
creía perdido, y el anhelo en su corazón para que el hijo mayor
sintiera lo mismo que él con respecto a su hermano menor. Jesús
dejó esta desafiante enseñanza para que comprendas la forma
como Dios te busca en su infinita gracia, a pesar de tus
necedades.
¿Te has encontrado en el lugar de alguno de estos dos hermanos?
Y si es así, ¿cómo respondiste? ¿Y cómo responderías ahora,
basado en tu conocimiento de la gracia de Dios?
El amor de Dios cambia a los hijos pródigos y a los hijos
acusadores, convirtiéndolos en hijos que lo imitan (1 Co. 11:1).
“Pero era necesario alegrarnos y regocijarnos porque este tu
hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha
sido hallado” (Lucas 15:32).
Hno. Gunder.