
Salmo 71 En ti, oh Jehová, me he refugiado;
No sea yo avergonzado jamás.
71:2 Socórreme y líbrame en tu justicia;
Inclina tu oído y sálvame.
71:3 Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo
continuamente.
Tú has dado mandamiento para salvarme,
Porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
71:4 Dios mío, líbrame de la mano del impío,
De la mano del perverso y violento.
71:5 Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza,
Seguridad mía desde mi juventud.
71:6 En ti he sido sustentado desde el vientre;
De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó;
De ti será siempre mi alabanza.
Cuando somos jóvenes, estamos ansiosos por ser adultos. Cuando
envejecemos, miramos con nostalgia los años pasados, ¡qué
ironía!
Dios quiere que aceptemos con gozo cada una de las estaciones
de nuestra vida. Cualquiera que sea nuestra edad, Él nos pide que
sigamos Su camino y aceptemos la lucha que Él permite, junto con
la fortaleza que provee.
Una mujer que estaba pasando por los sentimientos que involucra
envejecer preguntó a un anciano misionero lo siguiente: ¿Por qué
Dios nos deja envejecer y debilitarnos? Este pensó por un
momento y luego contestó: “Creo que Dios ha planeado que la
fortaleza y la belleza sean físicas y pasajeras. Pero la fortaleza y
la belleza de la vejez son espirituales. Poco a poco perdemos la
fuerza y el atractivo, los cuales son temporales, de manera que
podamos concentrarnos en otras características y virtudes que
son eternas.
Así que debemos estar deseosos de dejar la parte temporal y
deteriorada de nosotros, y anhelar nuestro hogar celestial. Si
permaneciéramos jóvenes, fuertes y hermosos, tal vez nunca
querríamos irnos”.
Mi querido hermano(a) … ¿Estás en la primavera de la vida?
Confía en el tiempo de Dios, para realizar tus sueños. ¿Estás
en el verano o el otoño de la vida? Enfrenta tus desafíos diarios,
con Él a tu lado. ¿Y si
tienes el frío del invierno? Lucha por conocer aún mejor Dios.
Su presencia puede hacer que cada una de las estaciones de la
vida sean de fortaleza y belleza espiritual. La dedicación a Cristo
no es decisión de un día, sino un desafío de todos los días.
Hno. Gunder.