
Marcos 4:35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al
otro lado.
4:36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la
barca; y había también con él otras barcas.
4:37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las
olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
4:38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le
despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que
perecemos?
4:39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla,
enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
Durante su ministerio, al Señor le hicieron múltiples preguntas de
todo tipo, sin embargo, dos de las más significativas las hicieron
personas muy cercanas.
La primera fue hecha en medio de una tormenta que amenazaba
con hundir la barca en la que viajaba sobre el mar de Galilea, sus
discípulos le preguntaron: “… ¡Maestro! ¿No te importa que
perezcamos?” (Marcos 4:38). En otra ocasión, mientras María
escuchaba a Jesús atentamente y relajada, Marta salió de la
cocina con una muy mala actitud y le dijo: “…Señor, ¿no te importa
que mi hermana me haya dejado servir sola?” (Lucas 10:40).
Ambas preguntas fueron realizadas por personas que habían visto
con sus propios ojos el poder y cuidado de nuestro Señor, y
esperaban que interviniese para aliviar sus ansiedades.
Estas personas sentían que el Señor estaba ignorando sus
situaciones particulares, es por ello que en ambos casos
encontramos una frase de reclamo: “… ¿No te importa…?
Las escrituras no hacen mención del tono con el cual Jesús
responde a estos reclamos, pero podemos imaginar que, debido a
su carácter, su respuesta fue dada usando un tono amable y
amoroso, “… ¿Por qué están asustados? …” (Marcos 4:40)
“…Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas…”
(Lucas 10:41).
¿Saben? … A menudo cuando nos sentimos tristes y afligidos por
nuestros problemas, tendemos a caer en los mismos reclamos que
hicieron los discípulos y Marta diciendo: “Señor, ¿no te importa?”
Más cuando comprendemos que Jesús está en control de nuestras
situaciones y vemos que poco a poco la tormenta desaparece,
entendemos que debemos ser más dependientes de nuestro Dios y
así de esta forma podremos confiarle todas nuestras
preocupaciones.
Hoy puedes confiar tu vida a Jesús, ¡nunca más será igual!
A Jesús sí le importas.
El apóstol nos aconseja… “Echen sobre él toda su ansiedad porque
él tiene cuidado de ustedes.” (1° Pedro 5:7).
Hno. Gunder.