HABLANDO DE PRECIOS ALTOS

Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que
están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.
8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado
de la ley del pecado y de la muerte.
8:3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil
por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de
pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
8:4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Un creyente trabajaba para una compañía petrolera en Singapur.
cierto día llega un inspector de otra nación de visita para verificar
una carga de gasolina destinada para su país, que estaba en
guerra. Cuando escuchó el estruendo de aviones de guerra que
volaban sobre ellos, instintivamente corrió en busca de refugio.
Avergonzado, explicó: «Lo siento, pensé que estaba en mi país».
Reaccionó como lo habría hecho si hubiese estado en su tierra
devastada por la guerra. Y esto me lleva a reflexionar.
¿Saben amigos (as)?… Para el cristiano, es fácil volver a
sumergirse por puro hábito en las viejas costumbres del pecado,
debido a las muchas tentaciones de este mundo. Aun cuando
estamos «en Cristo Jesús» (Rom 8:1), a veces vivimos como si
estuviésemos «en el pecado» (Romanos 8:4).
Dios pagó un precio sumamente alto para sacarnos del reino del
pecado, «enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a
causa del pecado» (v.3). Ahora debemos ser gobernados por «la
ley del Espíritu de vida» y no por «la ley del pecado y de la
muerte» (v.2). El apóstol Pablo nos insta a pensar según «las
cosas del Espíritu» (v.5).
Esto significa que establecemos nuestra dirección a partir de la
Palabra de Dios, en base a la guía de Su Espíritu.
Cuando te sientas tentado a sumergirte en antiguas costumbres
pecaminosas, ¿permitirás que, en vez de ceder, el Espíritu Santo
que mora en ti, te ayude a vivir de manera más coherente con tu
posición «en Cristo»?
Cuando naces de nuevo, te conviertes en ciudadano del cielo.

Si de verdad lo crees, tu vida debe mostrarlo.

Hno. Gunder.