HABLANDO EXCUSAS

Salmos 139:17  ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus
pensamientos!
¡Cuán grande es la suma de ellos!
139:18 Si los enumero, se multiplican más que la arena;
Despierto, y aún estoy contigo.
139:19 De cierto, oh Dios, harás morir al impío;
Apartaos, pues, de mí, hombres sanguinarios.
139:20 Porque blasfemias dicen ellos contra ti;
Tus enemigos toman en vano tu nombre.
139:21 ¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen,
Y me enardezco contra tus enemigos?
139:22 Los aborrezco por completo;
Los tengo por enemigos.
139:23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
139:24 Y ve si hay en mí camino
Hace algún tiempo leí la siguiente frase con respecto al pecado:
“Excusa los pecados a los que somos más propensos, y condena
los pecados que no te estorban”.
Recordé esta frase al leer una encuesta, en la cual les
preguntaban a las personas por la probabilidad de que algunos
personajes célebres fueran al cielo.
Un político muy famoso obtuvo tan sólo un 30%, mientras que un
cantante un 50%, y el presentador de un programa de televisión
obtuvo un 70%, pero el porcentaje más alto de la encuesta fue un
90%, el cual fue el resultado de preguntar a las personas si ellos
mismos se irían al cielo.
Las normas que tenemos para nosotros mismos, en raras
ocasiones son tan estrictas como las que les aplicamos a los
demás.  Censuramos las conductas de un ladrón, mientras que nos
perdonamos al perder el tiempo en nuestros trabajos.
En verdad, debemos entender que, sin Cristo, nadie es lo
suficientemente bueno para ir al cielo.
En nuestra lectura devocional, luego de orar y con el propósito de
que Dios juzgase a sus enemigos, el salmista se enfocó en sí
mismo al decir: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí, camino de
perversidad y guíame por el camino eterno” (Salmos 139:23-24).
No es malo señalar el pecado sin importar cuál sea, sin embargo,

es muy malo cuando juzgamos a otros con dureza y no
reconocemos los errores que cometemos.
Debemos ser lentos para juzgar a otros, pero prontos para auto
examinarnos. El salmista tenía dudas sobre su presentación ante
Dios, por este motivo escribió … “Examíname, oh Dios, y conoce
mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmos
139:23).

Hno. Gunder.