ECO DE UNA VIDA EN DIOS

Filipenses 3:1Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no
me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es
seguro.
3:2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros,
guardaos de los mutiladores del cuerpo.
3:3 Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu
servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo
confianza en la carne.
3:4 Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno
piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más:
3:5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de
Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo;
3:6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la
justicia que es en la ley, irreprensible.
El gozo es uno de los regalos más maravillosos de Dios.  El mismo
Señor indicó en su momento que si las personas que lo seguían
hubieran guardado silencio con respecto al gozo que provenía de
conocerlo, las piedras mismas lo hubieran gritado (Lucas 19:40).
Tal como las multitudes gritaron alabanzas cuando vieron a Jesús,
su presencia en nuestra vida debe producir alabanzas en nuestros
labios. El gozo cristiano es el eco de la vida de Dios en nosotros.
Si esto es verdad, entonces ¿por qué es que a veces parece que
los cristianos son las personas con menos gozo en el mundo?
¿Cómo podemos abrir consecuentemente el cofre del gozo
cristiano?
En Filipenses 3:1-11, Pablo nos dice varias verdades maravillosas
acerca de lo que es mantener el gozo, sobre todo ante las
situaciones difíciles.

La primera verdad es:
Recordar quién y qué es la fuente de gozo. Pablo empezó el
capítulo con un mandamiento alegre: “regocíjense en el Señor”
(v.1).  La fuente de este gozo va más allá del mero gozo humano, y
por tanto está fuera de nosotros; se halla en Jesús.  El gozo del
creyente es el resultado de su relación con Cristo y su posición en

Él.  Por eso, este gozo se mantendrá si recordamos siempre el
nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de nuestro Señor.
Cuando el apóstol Pablo nos dice que nos regocijemos, también
nos está alentando a recordar que Dios tiene el control. Esta
exhortación a regocijarnos proviene de un estilo de vida que se
caracteriza por la paz y la calma.
Segunda verdad: el gozo no es ausencia de problemas (v.7-8); es la
presencia en nuestras vidas del Señor soberano. El gozo nos
permite ver más allá de cualquier circunstancia en particular a
Aquel que está por encima de todos los acontecimientos humanos
y quien tiene el control sobre ellos.
El gozo del creyente no es producto de las circunstancias y los
acontecimientos. Es por ello que aun si experimentamos
relaciones que fracasan, reveses económicos, pruebas y
aflicciones, enfermedad y muerte, podemos entender que somos
temporales en este mundo y estamos esperando con gozo un
futuro perfecto a su lado.
La felicidad tiene que ver con lo que nos pasa, pero el gozo es una
decisión que tomamos por medio del Espíritu Santo.
“Anhelo conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar
en sus padecimientos, para ser semejante a él en su muerte”
(Filipenses 3:10).

Hno. Gunder