NUBES OSCURAS

Hechos 27:21 Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no
comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por
cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de
Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.
27:22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá
ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la
nave.
27:23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de
quien soy y a quien sirvo,
27:24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas
ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan
contigo.
27:25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío
en Dios que será así como se me ha dicho.
27:26 Con todo, es necesario que demos en alguna isla.
El desaliento es un problema para muchos creyentes.  Algunos de
ellos están angustiados por la salud, la familia o el trabajo, y otros
hasta están desalentados acerca de su servicio espiritual.  Ellos
se comparan a sí mismos con otras personas que están dotados
con talentos musicales o con una capacidad extraordinaria para
hablar y enseñar la Biblia.
Ellos ven a personas que son capaces de dar con generosidad y
de orar con evidente elocuencia, y piensan que no pueden o no
están preparados para hacer este tipo de cosas.  Como resultado,
sienten que no le sirven para nada a Dios.  Sin embargo, tienen
que darse cuenta que todo creyente está calificado para llevar a
cabo al menos un muy útil servicio, el ministerio del ánimo y
aliento. Un reconocido predicador estaba caminando un día por las
calles de la ciudad donde pastoreaba una gran iglesia.
Este predicador estaba bajo una nube oscura de tristeza, cuando
una mujer se le acercó y le exclamó: “¡Dios te bendiga! ¡Si tan sólo
pudieras saber, lo bien y bendecida que me has hecho sentir
cientos de veces!”.  Luego ella siguió apresurada su camino.  Más
tarde este predicador testificó: “La niebla se rompió, la luz del sol
llegó, y respiré el aire puro y libre de las montañas de Dios.”
El apóstol Pablo sabía lo importante que era el ser animado por los
demás (Filip. 2:19), también Él sabía que tenía que ser animador

(Hechos 20:2; 27:35). Eso es un ministerio en el que todos
podemos participar.
Puede parecer insignificante, decir una o dos palabras, pero
cuando son de estímulo, ¡qué maravillosas pueden ser! Incluso si
no tienes nada más que dar, siempre puedes dar aliento a alguien
que lo necesite.
Hoy te alentamos a compartir con al menos una persona, palabras
de ánimo o agradecimiento.

Hno. Gunder