Salmos 69: 1 Sálvame, oh Dios,
Porque las aguas han entrado hasta el alma.
69:2 Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie;
He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
69:3 Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido;
Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.
69:4 Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa;
Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué.
¿Y he de pagar lo que no robé?
69:5 Dios, tú conoces mi insensatez,
Y mis pecados no te son ocultos.
En estos días de vacaciones, encontré en unos de los libros del Readers Digest, una historia de que en la antigua Rusia comunista, un cristiano fue descubierto y tuvo que huir para salvar su vida.
Los soldados del régimen le perseguían a paso firme con la orden de ejecutarlo ni bien lo encontraban. Cansado y ya sin fuerzas, llegó hasta cierto lugar donde se dejaba ver un hueco en la peña lo suficientemente grande como para que entre un cuerpo humano.
Sin más opciones decidió meterse en dicho hueco sin saber qué habría dentro. Ya se oían los pasos de los soldados cuando alcanzó a introducirse dentro de la estrecha cueva. Mientras trataba de acomodarse lo más silenciosamente posible para no advertir a sus perseguidores, pudo ver en la entrada de aquella cueva a una araña que plácidamente tejía su tela. Pensamientos de indignación llenaban su mente. ¿Cómo podía Dios pagarle así a alguien que había renunciado a los ideales de su nación por seguir a Jesús? ¿Es que no le veía Dios allí, tirado en un pozo frío y húmedo? ¿O no será que esta simple araña que teje su tela como si nada pasara vale más para Dios que yo?
Los soldados llegaron y se detuvieron justo en frente de aquella pequeña cueva. Aquel cristiano temblaba de pánico. Uno de los soldados, al ver el hueco dijo: “Podría haberse metido aquí, echemos una mirada adentro, ya se estaba agachando para ver cuando el capitán de la compañía dijo: “es inútil, no pierda tiempo”, “Por qué” preguntó el soldado, bueno, respondió, es obvio que nadie ha entrado en este agujero hoy, ¿no ve la tela de araña que cubre la entrada? Cuando se retiraron, aquel cristiano salió con dificultad de aquella estrecha cueva, pero antes de irse, escribió en la piedra al costado del hueco: “Con Dios, hasta una tela de araña puede ser un muro, pero sin ÉL hasta el muro más grande puede ser una tela de araña”. ¿Te encuentras en una cueva? ¿Sientes que para Dios vales menos que una simple araña? Conversa con Él. Aunque tú no le veas Dios ya está obrando a tu favor y Él sí te ve a ti, siempre te ve y te ama más que nadie.
Hno. Gunder
