Lucas 12:13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
12:14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
12:15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
12:16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
12:17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
12:18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
12:19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
12:20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? 12:21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
Para nadie es un secreto que el dinero tiene un gran poder en este mundo. Trabajamos para tenerlo, lo ahorramos y lo usamos para satisfacer nuestras necesidades básicas y nuestras aspiraciones, y por supuesto, siempre quisiéramos tener más para gastar.
El Señor estaba muy consciente del peligro y distracción que el dinero puede significar, es por ello que enseñó más sobre este tema que sobre cualquier otro. Hasta donde sabemos Jesús fue muy austero en su forma de vivir, nunca usó su posición para llenarse los bolsillos, sino más bien advirtió que confiar en las riquezas y usarlas sin control, bloquea nuestras venas espirituales con indeseables efectos secundarios.
En nuestra lectura devocional leímos con respecto al “rico insensato”, la cual nos deja como principio que la definición de riqueza de Dios es muy diferente a la de nosotros los seres humanos.
Pero esto que nos deja la pregunta: “¿qué significa ser rico para Dios?” El apóstol Pablo lo resume de una manera muy sencilla, primero define lo que no es: “no sean altivos ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas sino en Dios quien nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1°Tim. 6:17); y en el siguiente versículo nos brinda lo que debería ser nuestro verdadero anhelo: “Que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, que sean generosos y dispuestos a compartir” (1°Tim. 6:18).
Así que, Dios mide la verdadera riqueza basado en la calidad de nuestra vida espiritual y lo generosos que somos para con los demás, esto es diametralmente opuesto a lo que dice el mundo.
No nos equivoquemos. Nuestra seguridad y reputación no dependen del saldo de nuestra cuenta bancaria, sino … “Que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, que sean generosos y dispuestos a compartir” (1 Tim. 6:18).
Hno. Gunder.
