SITUACIONES DE LA VIDA

Miqueas 7:1 ¡Ay de mí! porque estoy como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia, y no queda racimo para comer; mi alma deseó los primeros frutos.

7:2 Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan por sangre; cada cual arma red a su hermano.

7:3 Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman.

7:4 El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión.

7:5 No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca.

Un humorista escribió: “Cuando me sentía abatido, alguien me dijo: “Anímate, las cosas podrían empeorar”. Así que me animé… ¡Y empeoraron!

El “gozo” superficial raras veces ayuda a la gente abatida. Lo que anhela son las tranquilizadoras nuevas de que la vida pronto mejorará. Sin embargo, en mis años de servir al Señor, muchas veces tuve que decir a personas muy enfermas, que posiblemente debían de aceptar su condición terminal, y pedir al Señor que les acompañará por este último trance de sus vidas.

En días de Miqueas, había mucha gente en Israel que quería escuchar algunas buenas noticias. La crueldad y la falta de honestidad de los ciudadanos, gobernantes y hasta de los jueces eran aterradoras (Miq.7:2-3). La nación estaba tan dividida que la gente ni siquiera podía confiar en sus amigos, ni parientes más cercanos (Miq.7:5).

Los ciudadanos decentes esperaban que el profeta les dijese que un avivamiento, pronto traería un gran cambio en la tierra. Pero él tuvo que decirles que el juicio de Dios estaba cerca. Los asirios invadirían el país en poco tiempo.

El panorama era sombrío, pero no irremediable. Miqueas veía más allá del juicio, un tiempo futuro en que la nación adoraría a Dios y sería bendecida. Algunos pueden haberle llamado pesimista, pero en realidad el profeta era una persona realista y era el portador de malas y buenas noticias. Nosotros también podemos ser realistas con esperanza. Con los ojos de la fe podemos penetrar la presente oscuridad y ver la gloria eterna que nos espera.

Al presentar el evangelio a las personas, muchas veces somos portadores de malas noticias, pues les informamos que se encuentran en un camino sin esperanza, un camino de muerte eterna. Sin embargo, también somos portadores de buenas noticias, al informarles que existe esperanza si depositan con sinceridad su fe en Cristo Jesús, en el cual hay esperanza de vida eterna, gracias a su sacrificio en la cruz y su posterior resurrección.

La tristeza mira atrás, la preocupación a su alrededor, pero la fe mira hacia arriba.

Hno. Gunder.