UN FUEGO TERRIBLE

Jeremías 17:1 El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares,

17:2 mientras sus hijos se acuerdan de sus altares y de sus imágenes de Asera, que están junto a los árboles frondosos y en los collados altos,

17:3 sobre las montañas y sobre el campo. Todos tus tesoros entregaré al pillaje por el pecado de tus lugares altos en todo tu territorio.

17:4 Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre arderá.

17:5 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.

Hubo un fuego terrible que había devorado al menos 1800 hectáreas de terrenos de bosques a las afueras de Atlantic City; muchas personas perdieron sus casas a causa del fuego descontrolado. El dueño de una casa que estaba en el camino del incendio, contó su experiencia a un periódico local, diciendo que esa noche pudo observar las llamas que se acercaban a su casa como una bola de fuego de unos 20 metros de altura, que se dirigía directamente a consumir su casa como lo había hecho con las de sus vecinos; sin embargo, de repente sin ninguna lógica, el fuego cambió de dirección.

Dentro de su testimonio el hombre pronunció las siguientes palabras: “He vivido en esta casa por 30 años, y pensar que iba perderla en tan sólo 10 minutos, hizo que quisiera quedarme hasta el último segundo posible”.

Una vez extinguido el fuego, iniciaron diferentes investigaciones; una de ellas determinó que el bosque estaba seco, y muchos de los árboles habían sido atacados por un insecto llamado: “oruga medidora”, el cual provoca que los árboles pierdan todas sus hojas; debido a ello el fuego tuvo todas las condiciones a su favor para tomar fuerza y mucho material que consumir.

Esto me recuerda un hecho en la historia de Israel. El profeta Jeremías relató que los israelitas se habían convertido en árboles secos en medio de un desierto que les drenaba su vida, y no estaban ubicados al lado de un río que les permitiera mantenerse verdes y fuertes (Jeremías 17:6). Lo peor de todo es que con sus malas acciones habían provocado el fuego de la ira de Dios (Jer. 17:4) al confiar más en el hombre y alejarse del Señor (Jer. 17:5).

El creyente siempre estará tentado a confiar más en sus propias fuerzas y en las de otras personas, olvidándose completamente de Dios y su voluntad, la cual es una receta perfecta para un fuego destructivo que muchas veces puede terminar muy mal.

Señor, ayúdanos a mantenernos en comunicación contigo, fuertes y alimentados de tu Palabra. Mantennos seguros del fuego consumidor del enemigo.

Ayúdanos Señor a que nuestra vida sea: “como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Todo lo que hace prosperará.” Salmos 1:3.

Sigue confiando tu vida en Dios porque… “Será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Todo lo que hace prosperará.” (Salmos 1:3).

Hno. Gunder.