LA OVEJA PERDIDA

Mateo 18:12 más los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

8:13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.

8:14 Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre.

8:15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.

8:16 Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos;

8:17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

Esta es una de las parábolas más sencillas, pero de las más significativas por su mensaje, ubicada en el terreno donde acostumbraban pastar las ovejas en lo que solía ser Judea; los pastizales en su mayoría eran escasos y estaban ubicados en las partes más montañosas y zigzagueantes de los montes, las partes planas eran estrechas, esto hacía que se debiera dejar a las ovejas deambular en busca de su alimento.

Es por ello, que era muy sencillo que estos animales trataran de bajar de los prados altos a los arroyos, o pequeños valles “verdes”, el problema que se encontraban a la vista, eran los barrancos y piedras sueltas y resbalosas, que les hacía imposible su regreso, lo que en muchos casos implicaba la muerte del animal debido al hambre, una vez que se terminaban el poco alimento disponible.

Las ovejas son animales muy simples y no determinan el peligro, tan sólo van por su meta: el pasto verde, que curioso que el Señor, compare muchas veces a las personas con las ovejas.

La mayoría del tiempo actuamos sin pensar en las consecuencias de nuestras acciones a corto y largo plazo. El trabajo del pastor ovejero es muy peligroso, sin embargo, estaban muy bien entrenados en el rastreo y rescate de animales, las búsquedas en ocasiones implicaban varias horas y arriesgaban sus propias vidas en los acantilados para salvar a sus amadas ovejas, que hermosa parábola nos presenta el Señor, nosotros ovejas perdidas y Jesús el buen pastor que salió en busca de sus ovejas y tuvo que pagar el precio más alto de todos: su propia vida por salvarnos.

Piensa unos minutos en las hermosas cualidades del amor de Dios que aprendemos en esta parábola: busca al perdido, es paciente, se regocija y lo protege.

Doy gracias al Señor por haber tomado el tiempo de buscar a esta oveja perdida, por haber tenido la paciencia de lidiar con las excusas más tontas con el fin de evitarte y al mismo tiempo ponerme en riesgo, por regocijarte al yo reconocer mi error y por protegerme de mi mismo y del enemigo que trata de perjudicarme. Gracias mi Dios y Señor. Amén.

Recordemos las palabras del buen pastor. “Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños.” Mateo 18:14

Hno. Gunder.