SEMILLAS QUE GERMINAN

1°Pedro 1: 2 Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

1:3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,

1:4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,

1:5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.

1:6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,

1:7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo

Una de las cosas que más disfruto es sembrar plantas y ser testigo de todo el proceso que lleva su crecimiento; sin embargo, hace muchos años casi decido darme por vencido con este entretenimiento.

Acabábamos de mudarnos a una casa y teníamos por fin un poco de jardín frente a ella, así que decidimos aprovecharlo y sembrar algunas semillas, entonces empezamos a regarlas y ponerles fertilizante, pero las semillas no germinaban.

Hasta que un día, un amigo nos dio su consejo experto, antes de sembrar cualquier planta o semilla, teníamos que rastrillar el área y literalmente darle vuelta a la tierra dura.

 ¿Para qué se hace esto?, pregunté; para oxigenar y dar mejor drenaje a los campos, fue la respuesta. Lo cierto es que al cabo de un tiempo las plantas empezaron a crecer y a brotar las esperadas flores.

¿Saben? Muchas veces necesitamos ser rastrillados y que nos muevan para lograr una hermosa floración. Cuando Pedro les escribió a los creyentes perseguidos de su época, les dijo: “Amados, no se sorprendan por el fuego que arde entre ustedes para ponerlos a prueba como si les aconteciera cosa extraña. Antes bien, gócense a medida que participan de las aflicciones de Cristo…” (1 Pedro 4:12-13).

Tal como la tierra de nuestro jardín, a estos creyentes les estaba faltando que les movieran su vida, que los sacaran de su zona de comodidad. El propósito de Dios al permitir que estas cosas sucedan es fortalecer nuestra fe y que podamos crecer en el conocimiento de Él (1:7).

El Señor quiere que nuestra vida esté lista para su servicio, en ocasiones esto implicará pasar por momentos complicados que nos ayudarán a crecer y ayudar a otros cuando pasen por situaciones similares.

Examinemos nuestra vida y actuar, detectemos lo que necesita ser removido para que nuestro servicio y productividad como creyentes crezcan y demos el fruto que el Señor quiere para su gloria (Juan 15:8).

Dijo el apóstol Pablo… “Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento” (1° Cor. 3:6).

Hno. Gunder.