2° Reyes 7:3 Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos?
7:4 Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.
7:5 Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie.
7:6 Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros.
7:7 Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas.
Su nombre era James, creció como cualquier otro niño; no era ciego, pero un trágico accidente en su bicicleta le dejó la ceguera como un triste recordatorio de su imprudencia infantil a sus escasos 12 años. No obstante, él nunca sintió lástima de sí mismo, donde quiera que iba su sonrisa lo acompañaba y su fe en Jesús crecía conforme se acumulaban calendarios en su vida; compartía con otros lo que Jesús significaba para él.
Cuando tuvo suficiente edad, decidió que ejercería su profesión de fisioterapeuta como misionero en un país africano, lo que le permitió ayudar a muchos con necesidades físicas, y a un sinnúmero más con sus dolencias espirituales.
En nuestra lectura bíblica en 2° de Reyes 7, nos encontramos con cuatro leprosos, quienes decidieron tomar el riesgo de ir al campamento enemigo, pues Samaria su ciudad, estaba siendo sitiada y desfallecían de hambre cuando llegaron al campamento sirio totalmente desolado, así que decidieron inicialmente tomar todo el botín y comer todo lo que pudieran; luego de un rato, recordaron a las personas del pueblo donde vivían, quienes fallecían de hambre, y dijeron: “No estamos haciendo bien. Hoy es día de buenas nuevas, y nosotros estamos callados…” (v.9). De esta forma muchas personas pudieron vivir a causa de la decisión de estos hombres enfermos.
A pesar de sus limitaciones físicas, tanto James como estos leprosos pensaron en los demás. Estaban agradecidos por lo que habían recibido, y lo consideraron demasiado bueno como para guardárselo para sí y no compartirlo con otras personas que también necesitaban esperanza real para sus vidas.
¿Conoces a alguien que necesite del amor y perdón de Jesús? No inventes excusas diciendo que te falta capacidad o que otros pueden hacerlo, es tu privilegio compartir las maravillosas buenas nuevas de salvación, hay muchos que necesitan oírlas.
Tu vida tiene un propósito y es el mejor de todos; debes estar dispuesto a aceptar el desafío de Jesús, sé pescador de hombres y mujeres donde quiera que estés.
Debemos meditar en nuestro accionar… “No estamos haciendo bien. Hoy es día de buenas nuevas, y nosotros estamos callados” (2 Reyes 7:9).
Hno. Gunder.
