UNA GARANTIA REAL

Efesios 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,

1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,

1:5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,

1:6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,

1:7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,

1:8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,

1:9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,

1:10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

En mis tiempos de estudiante, tuve un profesor que contó en clases, una historia muy interesante sobre uno de sus viajes a Grecia; nos dijo que esa vez mientras caminaba con algunos amigos por las calles de Atenas, de vez en cuando se detenían para ver los letreros y anuncios de los escaparates en las tiendas.

En una de tantas paradas se detuvieron a observar el anuncio de una joyería que decía la palabra griega: “arrabon”. Les llamó tanto la atención que entraron y hablaron con el dueño del negocio, él les dijo que en griego moderno la palabra “arrabon” significa: “anillo de compromiso”. El profesor pensó por un momento y luego dijo: “¡Qué interesante! En el Nuevo Testamento escrito originalmente en griego antiguo, esa palabra, se usa para describir una “garantía” o pago “inicial” (Arras).

En la lectura de hoy, dice Efesios 1:13 “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 1:14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.

Esto nos aclara que todos los creyentes reciben al Espíritu Santo como “arrabon”, o sea como pago inicial o garantía del cielo, “…fueron sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido, quien es la garantía de nuestra herencia para la redención de lo adquirido…”. La presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones, es un gozo anticipado de las mayores bendiciones que en el futuro disfrutaremos cuando estemos para siempre con Dios.

El Espíritu Santo quien mora en nosotros, es nuestra guía para poder vivir de acuerdo con Su voluntad (Jn 16:13), haciendo brotar en nuestro ser el fruto del Espíritu Santo: “Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio…” (Gál.5:22).

Esta presencia del Espíritu Santo, tan sólo es el inicio de toda la aventura que nos aguarda con el Señor, ya que algún día viviremos en Su presencia incomparable. Esperamos expectantes y con gozo, el momento en el cual estaremos para siempre con el Señor.

El mayor gozo que podemos tener en la tierra, es la seguridad de nuestra habitación en el cielo.

Hno. Gunder.